Ética y gestión del cuerpo. Los juicios morales. La verdad moral en una sociedad pluralista. La ética médica y su enseñanza.
Tipo: Libro
Edición: 3ra
Año: 2021
Páginas: 240
Publicación: 10/06/2021
ISBN: 978-987-706-383-7
Tapa: Tapa Rústica
Formato: 23 x 16 cm
Precio: $49.000
Precio por mes: $2450 (mínimo 3 meses)
Anuario de Bioética y Derechos Humano
El autor. Diego Gracia (1941), médico y filósofo español, es considerado una autoridad en materia de bioética a nivel mundial. Doctor en Medicina (Universidad Complutense de Madrid). Diplomado en Psicología Clínica. Especialista en Psiquiatría. Catedrático de Historia de la Medicina en la citada Universidad. Profesor de Humanidades Médicas en la Universidad Carlos III de Madrid. Profesor de Filosofía y Ética en varias universidades. Profesor del European Bioethics Course de la Facultad de Medicina de la Universidad de Nimega (Holanda), presidente del Comité de Bioética de Castilla y León, miembro del International Bioethics Commission de la Unesco.
Discípulo de Pedro Laín Entralgo y de Xavier Zubiri, glorias del pensamiento y las letras de España, fue el director del primer master hispánico de Bioética. Su numerosa producción intelectual y su gravitante presencia en múltiples foros, congresos, jornadas y conferencias, corroboran la importancia de su figura, especialmente en el desarrollo de la bioética en Iberoamérica.
La obra. La obra Ética y vida se integra con cinco tomos, que Diego Gracia publicó entre 1998 y 2004 en la Editorial El Búho, en Bogotá, con la intención de que se difundiera en América Latina. De esta tercera edición (2021) participa asimismo Astrea, en Buenos Aires, indexada como Editorial de Calidad Científica con Claro Prestigio Internacional (Fundecyt).
Hay obras que, con el paso del tiempo, lejos de perder vigencia, reafirman su condición de fundamentales, de imprescindibles. Tal el caso de Ética y vida, en cinco tomos según dijimos, de Diego Gracia. El título del primero, “Fundamentación y enseñanza de la bioética”, nos anuncia su impar cometido, brindar fundamentos, cimientos de la bioética, y a la vez proporcionarnos el fruto de muchos años de docencia. De ese rico y variado conjunto de escritos que la integran, Planteamiento general de la bioética, el qué y el porqué de la bioética, la cuestión de los principios bioéticos, el juramento de Hipócrates en el desarrollo de la medicina, Marañón y la ética médica, ética de la calidad de vida, entre otros, nos ocuparemos brevemente solo de algunos –los mencionados a modo de portal en la propia tapa del libro– en la inteligencia de que nuestros caros lectores tendrán así una muestra cabal de la vastedad y jerarquía de la misma.
Ética y gestión del cuerpo. El autor se propone defender la tesis de que nos encontramos en una época no de calma sino revolucionaria en el dominio de la ética, y que esa revolución está suponiendo un cambio drástico, radical en dos áreas de la ética, a saber, la gestión de la vida y la gestión del cuerpo. Y como la vida humana es siempre y por necesidad corpórea, aún puede incrementarse la concisión y decir que nos hallamos en un periodo revolucionario en el tema concreto de la gestión del cuerpo, en el manejo de los valores que determinan el modo de gestión del cuerpo. Estudia así qué son los valores y cuáles sus leyes internas, su lógica, como paso previo al análisis de los modos de gestión de esos valores, lo que nos explicará por qué y cómo los valores relativos al cuerpo han sufrido un cambio fundamental, y cuál es este. Tras examinar distintos procesos revolucionarios a lo largo de la historia de los pueblos, sostiene que en la actualidad se está produciendo otro proceso revolucionario de consecuencias impredecibles, pero que no parecen menores que las anteriores. Se trata de otro proceso de secularización, por tanto, de autonomización de un espacio ético o moral respecto de la teología. Ya no del espacio político, que fue el primero en liberarse del yugo teológico, sino del espacio corporal. Ahora no se trata de la gestión de la cosa pública, sino de la gestión del cuerpo. La ética de la gestión del cuerpo ha estado directamente en manos de los teólogos y pastores hasta ayer mismo, hasta hoy, y como sucedió en el comienzo de la modernidad, la emancipación no se está consiguiendo más que al precio de condenas y debates sin cuento. Ni aquella fue fácil, ni esta promete serlo.
El autor se pregunta pues si el cambio de algunos valores y, principalmente, la transformación del modo de gestión de algunos de ellos, los más directamente relacionados con el cuerpo, y por tanto con la vida y la muerte, ¿tiene que conducir al caos o al libertinaje? La respuesta es un rotundo no. A lo que sí debe llevar es a un importante “rearme moral”. Cuando la autonomía crece y el espacio de decisión se torna más amplio, es necesaria una mayor y más exquisita moral. Esto explica, a su juicio, el nacimiento de la bioética como disciplina. “La bioética ha surgido porque tenía que surgir, porque ahora que los individuos privados empiezan a tener capacidad de gestión de su propio cuerpo, es obvio que han de afinar su conciencia moral. Ya no basta con la simple obediencia. Ahora es preciso arriesgarse. Y ello exige mayores conocimientos y algunas habilidades. Y sobre todo exige lo que ha sido el santo y seña de la ética desde sus orígenes en la filosofía griega, prudencia, mucha prudencia”.
Los juicios morales (cómo fundamentarlos). En este capítulo el autor sostiene que la fundamentación de la ética ha pasado por tres fases, en buena medida sucesivas, que cabe llamar “objetiva”, “subjetiva” e “intersubjetiva”. Cada una de ellas parte de una concepción de la racionalidad humana, y en consecuencia defiende un modo distinto de hacer y justificar los juicios morales. Las actitudes y posturas que se tengan hacia la ética dependen de las bases conceptuales desde las que se aborden estos problemas. En el primer modelo, v.gr., las comisiones y comités tienen una función deliberativa, de aplicación de las normas a las situaciones concretas, ponderando los factores que concurren en cada una de ellas.
Pero la aplicación de la ley nunca puede deber su legitimidad al mayor o menor número de personas que la elaboran sino a su contenido intrínseco. En el segundo modelo, aunque la deliberación colectiva igualmente no tiene otra finalidad que la de la aplicación práctica, concreta, sí juega un papel fundamental la experiencia, que en el caso de un grupo de personas puede ser, sin duda, muy superior a la de un ser humano aislado. El tercer modelo, por el que toma partido el autor, define la filosofía que debe estar en la base de las labores del comité, poniendo de relieve la importancia de la racionalidad consensual como vía para el progreso moral, el pluralismo, lejos de ser una amenaza, es la condición fundamental para el progreso en la verdad.
La verdad moral en una sociedad pluralista. El autor advierte en este punto que el mundo moderno ha asistido a la pérdida de la homogeneidad cultural y creencial. De un sistema basado en la homogeneidad de valores, hemos pasado a otro en que la pluralidad y el respeto de la pluralidad han cobrado el primer plano. En la vida religiosa, en la moral, en la política, hemos pasado de sistemas basados en el “código único” a otros que colocan en primer término el respeto del “código múltiple”. De tal forma era posible saber claramente dónde estaba la verdad y dónde el error. En el fondo, se trataba de trasladar a la sociedad humana categorías escatológicas. Así planteadas las cosas, para el autor es evidente que ni en religión, ni en ética, ni en política, hay espacio para el pluralismo. Está el espacio de la verdad y el espacio del error. Y la vida en la tierra debe entenderse como la batalla sin cuartel contra las fuerzas del error y del mal.
Empero, se pregunta el autor, ¿qué es la verdad? Y ¿qué es el bien? Toda la historia de la filosofía y de la cultura es el intento de responder a estas dos cuestiones, y a alguna más. ¿Quién puede considerarse en posesión de la verdad? A partir de aquí es como hay que plantear el problema del pluralismo y la democracia. Para ello, procura exponer sus dimensiones, abordando tres cuestiones. El problema epistemológico: la crisis de la razón.
El problema político: la legitimación de la democracia. Y el problema moral: las propuestas de la democracia participativa y deliberativa. Gracia postula así que una verdadera remoralización de nuestra sociedad no es posible sin la implementación de dos cambios importantes, a saber: “participación” y “universalización”, posibilitando establecer correctamente las metas de cualquier ser humano y los propósitos de nuestras comunidades.
Y la bioética debe ser una importante vía de promoción y discusión de esta clase de cuestiones. En tal sentido, la bioética debe asumir su responsabilidad de ser un foro de debate y educación, en cuestiones de valores relacionadas con el cuerpo y la vida. Y concretamente, la bioética médica debe ser entendida como un lugar de debate para cuestiones de valores relacionadas con el manejo del cuerpo humano y de la vida humana.
La ética médica y su enseñanza. En todo proceso formativo intervienen dos factores, la enseñanza y el aprendizaje. Educar consiste en enseñar algo a alguien, que a su vez lo aprende. Durante muchos siglos se pensó que, de estos dos términos, enseñanza y aprendizaje, solo el primero era realmente activo, y que el aprendizaje consistía solo en la recepción pasiva de las informaciones transmitidas por el docente. Hoy las cosas han cambiado, por varias razones. En primer lugar, porque el ser humano dista de ser un sujeto pasivo. De ahí que en cualquier proceso educativo haya que preocuparse tanto o más que del mensaje que se desea transmitir, de la persona que va a recibirlo. La enseñanza no es solo un proceso de enseñanza sino también, y principalmente, un proceso de aprendizaje. Tema del aprendizaje que ha sido objeto así de un estudio muy detenido por parte de neurobiólogos, etólogos y psicólogos, a lo largo de este último siglo, deviniendo en toda una ciencia del aprendizaje, que en sus líneas generales es de imprescindible conocimiento para quienes quieran iniciar con responsabilidad un proceso educativo.
El autor examina luego los tres procesos de aprendizaje que hay en cada ser humano: actitudes, habilidades y conocimientos. Los hábitos de mayor penetración, los primeros que se adquieren en el proceso de formación del individuo, son los que constituyen el “carácter” de una persona, sus “actitudes” ante el mundo y la vida. En el desarrollo de las actitudes, distingue actitudes “primarias”, que se adquieren muy tempranamente y condicionan difícilmente, de otras “secundarias”, de más tardía adquisición y más fácil cambio. Acude entonces al ilustre Gregorio Marañón, porque expresa bien el modo como clásicamente se ha enfocado el tema de la formación de las actitudes o del carácter del médico. Las vocaciones son tanto más innatas, o se expresan más temprano, cuanto más elevada es la actividad a la que se siente vocacionalmente inclinado. Vocación no es otra cosa que la llamada a ejercer una actividad superior, un rol de excelencia. Algo que va impreso en el propio carácter de las personas. Tan es esto así, que para Marañón cualquier aprendizaje de conocimientos y habilidades será inútil sin vocación, e innecesario cuando esta existe. De ahí su tesis de que la ética médica se identifica con el carácter o la vocación. Las actitudes para la medicina, es decir, la vocación médica se tiene o no se tiene, pero no se enseña. Para Gracia, el logro de una medicina de calidad no necesita solo que el médico sea un buen médico, sino que además sea un médico bueno; es decir, que su actividad profesional no solo sea técnicamente correcta, sino además éticamente adecuada.
Es interesante este tratamiento del tema central vocación. Y más aún lo es comprobar su sinonimia con las reflexiones vertidas hace tiempo por el insigne jusfilósofo argentino Carlos Cossio, acerca de que no puede ser un buen juez quien no tenga vocación por la justicia, como tampoco un artista quien no tenga vocación por la belleza, ni un filósofo quien no tenga vocación por la verdad (ni un buen profesor quien no tenga vocación por la enseñanza y el aprendizaje, agregamos).
Ya en el capítulo final (Hacia un enfoque socrático de la enseñanza de la bioética), Gracia afirma que enseñar ética, y más en concreto bioética, es muy difícil. No puede hacerse más que de una forma, huyendo de la mediocridad y el adocenamiento de la enseñanza académica, e imitando al primer gran maestro de ética de la historia de Occidente, a Sócrates. La mayéutica es, según Sócrates, una técnica que posibilita en el alumno el alumbramiento de lo mejor que él lleva en el interior de sí mismo, y que de este modo provoca en él, desde el interior de sí mismo, un cambio, una conversión. Esta conversión, concluye, está sobre la base de eso que denominamos “profesión”. No hay professio sin conversio.
Surge palmario de tal modo el gran valor y la actualidad que posee la obra del maestro Diego Gracia. Nuestra enhorabuena por esta tercera edición, que posibilitará sumar nuevos lectores, estudiantes y estudiosos de la bioética, en el continente americano.
Eduardo Luis Tinant
El gran valor y la actualidad que posee la obra de Diego Gracia radica en que él se sitúa en la corriente ética de la “responsabilidad”. En este libro el autor se refiere a la fundamentación, metodología y enseñanza de la bioética, y dedica un desarrollo especial a la ética en la medicina.